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Adán Chávez: “Unámonos y seremos invencibles…”

    Palabras de Adán Chávez Frías en la Jornada Mundial Todos Somos Venezuela: Diálogo por la Paz, la Soberanía y la Democracia Bolivariana Caracas, 18 de septiembre de 2017 Teatro Teresa Carreño

    Ni un segundo olvidemos que nuestros adversarios se pueden condensar en un solo nombre: El imperio norteamericano. Es el imperio más poderoso de la historia de la Tierra, y ellos están trabajando día y noche para frenarnos, para debilitarnos y luego derrocarnos. No nos descuidemos un día…
Hugo Chávez, 6 de enero de 2008, Aló Presidente 

    Hermanas y hermanos del mundo que hoy nos acompañan, compatriotas:

   En primer lugar, permítanme trasmitirles un saludo solidario, bolivariano, chavista y antiimperialista, a todos los pueblos del mundo dignamente representados por ustedes, en el marco de esta Jornada Mundial Todos Somos Venezuela: Diálogo por la Paz, la Soberanía y la Democracia Bolivariana, a todas y todos, un saludo desde la Venezuela profunda, desde la Venezuela verdadera, desde la Venezuela pacífica, desde la Venezuela digna y soberana.
    Nuestro abrazo también, desde aquí, a quienes en todo el planeta se han sumado a la realización de un importante conjunto de actividades en respaldo al pueblo de Bolívar y de Chávez; un pueblo soberano, independiente, fraterno y solidario. A todos, nuestro agradecimiento eterno por acompañarnos en esta batalla grande por la Patria, en esta batalla por la Independencia, en esta batalla que, en las actuales circunstancias, tiene cita suprema y deuda con la historia. En el año 2006 nuestro Comandante Chávez dijo: “Están intentando aislar a Venezuela. ¡No podrán! Venezuela está acompañada, más que nunca antes en toda nuestra historia, por pueblos, gobiernos y movimientos populares y sociales”. Once años después, esa solidaridad está aquí expresada y es más necesaria que nunca. Adán Chávez: “Unámonos y seremos invencibles…”
    Me han invitado para que comparta con ustedes algunas ideas en este Foro “Antiimperialismo y nuevas luchas sociales”. Voy a tratar de enumerar algunas, conociendo que es un tema necesario y apasionante, que requiere por tanto, un profundo y permanente debate.
    A estas alturas del siglo XXI no creo que sea necesario explicar lo que es el imperialismo y como actúa en lo que descaradamente sus agentes y voceros califican como “nuestro patio trasero.” El capitalismo contemporáneo ha exacerbado, hasta lo indecible, su carácter imperialista y no solo en nuestro continente. Para el imperio norteamericano, la ley estadounidense es la ley del mundo. Recordemos solo como un ejemplo, las casi mil bases militares que Estados Unidos tiene en todo el planeta, caso absolutamente único en la historia. Eso es un imperio, desde Roma hasta hoy. Y el centro hegemónico del imperio es Estados Unidos, indispensable para mantener vivo al capitalismo en la faz de la tierra.
    Los teóricos del imperio, prefieren obviar el término imperialista, pero la realidad del imperialismo es inocultable y por eso se esmeran en referirse a ella con nombres más complacientes. Los expertos del Pentágono y del Departamento de Estado, de la CIA o el Consejo Nacional de Seguridad prefieren hablar de “primacía”, “superioridad”, y, los más audaces, de “hegemonía”, porque son conscientes que palabras como imperio o imperialismo son chocantes para la opinión pública norteamericana y mundial. Pueden intentar jugar con las palabras e intentar enturbiar la visión de la cosa, pero esta sigue allí.
    Los imperios aunque se autodenominen, como en el caso de Estados Unidos, “líder del mundo libre” o “supremacía americana” se esfuerzan en desarrollar una relación radicalmente asimétrica con los países sometidos a su dominación y a los que controlan por diversos medios. En esta lógica imperial, Washington siempre juega un papel, mayor o menor, en los procesos políticos de los países que intentan someter, máxime cuando, como en el caso de Venezuela, se encuentra la mayor reserva comprobada de petróleo del planeta y se sitúa en la cuenca del Gran Caribe, esa que los militares norteamericanos creen que es un mar interior de Estados Unidos.
    La historia latinoamericana en los últimos dos siglos, desde la Doctrina Monroe (1823) en adelante, ofrece cientos de ejemplos de esta constante intervención de la política exterior norteamericana hacia nuestros países. Intervención que va desde un discreto, pero eficaz monitoreo político, hasta el golpe de Estado y la invasión militar, como lo prueban los casos de Panamá y República Dominicana, entre otros.
    Chávez nos señaló: “La batalla contra el imperialismo de Estados Unidos comenzó con Bolívar. Ahora, nosotros hemos tomado su bandera, y le pido a todos que hagamos todo cuanto haya que hacer para que, 200 años después, derrotemos al imperialismo norteamericano y contribuyamos a salvar la vida en este planeta”. Ese es nuestro gran reto compatriotas, hermanas y hermanos del mundo que hoy nos acompañan.
    En la construcción de ese camino, el 29 de febrero del año 2004 el Comandante Hugo Chávez decretó, fiel con su espíritu indoblegable, el carácter antiimperialista de la Revolución Bolivariana. Unos meses más tarde, el 14 de mayo de ese mismo año, frente a una multitudinaria movilización popular que por la paz y contra el paramilitarismo desbordó la Avenida Bolívar de esta ciudad capital a escasos metros de donde estamos reunidos ahora, manifestó que la Revolución Bolivariana, después de un poco más de cinco años de gobierno, y tras haber pasado por varias etapas, había entrado en una fase antiimperialista, abierta y frontal.
    Señaló, entonces, que la nuestra es “…una revolución antiimperialista y eso la llena de un contenido especial que nos obliga al pensamiento claro y a la acción no solo en Venezuela sino en el mundo entero”. 

    Para ese momento, la Revolución Bolivariana junto a nuestro pueblo habían derrotado el golpe de Estado de abril del 2002; así como el paro económico y el sabotaje petrolero de finales de ese mismo año y principios de 2003, entre otros tantos intentos que desde el arribo a la Presidencia de la República del Comandante Chávez se han producido para desestabilizar al país, perpetrados por los grupos de poder que durante 40 años de políticas neoliberales dirigidas desde Washington, se apropiaron de las riquezas minerales de Venezuela, cuyo territorio cuenta, como ya mencionamos, con las mayores reservas de petróleo, gas y oro del planeta; así como con importantes reservas, entre otros minerales estratégicos, de diamante, hierro, bauxita, cobre y coltán, clave en el desarrollo de la industria de la telefonía y la electrónica.
    Esta coyuntura incidió, sin lugar a dudas, en la profundización del carácter antiimperialista de la Revolución Bolivariana, tal y como lo expresó el propio Comandante Chávez durante una entrevista concedida al periodista José Vicente Rangel en el año 2011, en la que señaló que considerando “…la agresión imperial y, luego, la agresión burguesa conjuntamente, me di cuenta que era imposible conciliar con esta burguesía capitalista, con estos gobiernos imperialistas; luego el golpe de Estado, y eso fue para nosotros y para mí como definitorio…”.
     Cinco años antes, el líder histórico de nuestra Revolución había expresado: “Nos impusieron una doctrina extraña y contraria a nosotros mismos, contraria a nuestras raíces libertadoras, a nuestras raíces antiimperialistas, y eso tenemos que terminar de sacudirlo; así como a un exorcismo”. (Inicio del curso de Comando y Estado Mayor Conjunto Teatro Teresa Carreño, 10 de enero de 2006). Unas semanas después, también dijo: “Éramos una colonia petrolera, dependíamos de las decisiones que se tomaban en los Estados Unidos. Ahora no; es voluntad de nuestro Gobierno, de nuestro proceso revolucionario, de nuestro pueblo, virar hacia el Sur, y hemos comenzado a hacerlo”. (Conferencia de prensa de los presidentes de Venezuela y Uruguay Palacio de Miraflores, 14 de marzo de 2006).
   
    Esa voluntad soberana de Venezuela de decidir sobre su destino, de mirar al Sur, no la perdonan los imperialistas. Los intentos del imperialismo norteamericano por dar al traste con nuestra Revolución, nunca han cesado; sino que, por el contrario, se han acentuado a partir de la desaparición física del Comandante Chávez. El imperialismo norteamericano, además de arreciar sus acciones de desestabilización contra la democracia bolivariana, aceleró la estrategia de ataque contra los gobiernos revolucionarios y populares de la región.
    El intento de secesión de Bolivia y de golpe de Estado en contra del Presidente Evo Morales del año 2008, el golpe de Estado contra Manuel Zelaya en Honduras en 2009, el frustrado golpe de Estado en contra del compañero Rafael Correa en Ecuador en 2010, y los golpes parlamentarios contra Fernando Lugo en Paraguay en 2012, y contra Dilma Rouseff en Brasil de 2016; son tan solo algunos ejemplos de cómo utilizando el guión de guerra no convencional o golpe continuado, disfrazándose de demócratas, pero con acciones fascistas; con campañas de desinformación y manipulación mediática; y con la vulgar manipulación de instancias internacionales como la OEA; el imperialismo norteamericano impulsa un proyecto de restauración neoliberal en Nuestra América.
    Dicho proyecto, además de propiciar un giro de signo político en la región, busca revertir de forma violenta y expedita los avances alcanzados por los gobiernos progresistas, a fin de acelerar el proceso de reapropiación de los recursos básicos de la América Nuestra, abriendo así paso a una masiva transferencia de las riquezas de nuestros países al urgido centro imperial. Estamos enfrentando camaradas, los planes del imperio más poderoso, el imperio más inmoral, el imperio más cínico, que haya existido en toda la historia de la humanidad.
    Ese imperio norteamericano ahora a través del Sr. Donald Trump tiene como objetivo poner fin a la etapa de democratización de nuestros países. Se propone terminar con las políticas de redistribución del ingreso nacional, de la reducción de la pobreza e inclusión social; así como revertir los nuevos textos constitucionales nacidos del voto popular y el modelo de integración sustentado en los principios de la autodeterminación, la soberanía, la complementariedad, el comercio justo y la justicia social.
    Se propone, entre otras cosas, acabar con los procesos revolucionarios, progresistas y democráticos que debemos en lo esencial a la voluntad política y la visión de líderes como Hugo Chávez, Fidel Castro, Lula da Silva, Néstor Kirchner, Rafael Correa y Evo Morales, entre otros, y a la decisión soberana y digna de nuestros pueblos. Procesos que orientan la mirada, los recursos y los esfuerzos de la América Latinocaribeña hacia sí misma, hacia nuestros pueblos y nos presentan con rostro propio en el naciente escenario multicéntrico y multipolar mundial.
    Y es que, ante el fracaso del neoliberalismo y la imposibilidad de acceder al poder por la vía democrática, el imperialismo develó su verdadera cara, a través de un guión continuado que persigue generar caos y justificar una intervención de Estados Unidos en nuestros países. Se trata, en palabras del Comandante Chávez en mayo del 2004, del “…viejo imperialismo asesino, masacrador de pueblos, que ahora ha dejado a un lado las recomendaciones de los tecnócratas y las propuestas de libre comercio, y de respeto a los dictados de las Naciones Unidas, y de respeto al Derecho Internacional, y sencillamente se nos presenta de nuevo al frente tal cual es: asesino, invasor”.
    El hecho de que el Comandante Chávez comenzara a hablar abiertamente de antiimperialismo en el año 2004, no significa que la Revolución Bolivariana no estuviera impregnada de dicha concepción desde su nacimiento. Chávez nunca apartó de su accionar, de su vocabulario y discurso, el ideal revolucionario y bolivariano arraigado en su visión al momento de planificar y ejecutar el proyecto de país, y su importancia al momento de implementar un nuevo modelo político, social y económico que se mantuviera vigente por años sin dejar a un lado el sueño del Padre Libertador. Chávez nos legó su consecuente antiimperialismo como bandera de lucha.
    Todo el proyecto de transformación profunda que venimos desarrollando en Venezuela desde el año 1999, en el marco del Proyecto Nacional Simón Bolívar, es antiimperialista desde sus inicios; está fundamentado, entre otros elementos, en el pensamiento y la praxis antiimperialista del Padre Bolívar, primer hombre en todo este continente que percibió y advirtió, a la altura de un profeta, acerca de la amenaza que el imperio norteamericano ya representaba para el futuro de nuestros pueblos. “Los Estados Unidos parecen destinados por la providencia para plagar la América de miseria en nombre de la libertad”, sentenció Bolívar en el año 1829.
    Desafortunadamente la profecía de Bolívar no hizo sino cumplirse, y buena parte de las tragedias de Nuestra América, y del planeta entero, están ligadas a las andanzas de la Casa Blanca; lugar desde donde se planifican asesinatos, genocidios, golpes de Estado, terrorismo, invasiones y muerte contra los pueblos del mundo que estamos decididos a ser libres e independientes; como ocurre hoy con la Venezuela Bolivariana, cuya Revolución ha sido satanizada, atropellada y amenazada, siendo utilizados para tales fines todos los medios de que dispone el imperialismo: los medios económicos, las trasnacionales de la desinformación, los medios diplomáticos, las instituciones internacionales, que lamentablemente ceden al chantaje.
    Para nosotros, la nuestra siempre fue una Revolución Bolivariana, Socialista y Antiimperialista. Sin embargo, la necesaria radicalización a medida que avanzamos, hizo que se produjeran definiciones políticas importantes para el devenir de la Revolución en Venezuela y, más allá, de los pueblos de la América Latina y el Caribe, en su camino hacia la liberación del dominio imperial.
    Los resultados de esa etapa están a la vista y son incuestionables: el fortalecimiento de la democracia y la paz en la región; nuevos marcos constitucionales populares en varios países; profundas reformas económicas y sociales dirigidas a la democratización de la riqueza, el combate a la pobreza, el hambre y la desigualdad; mejoras de los indicadores sociales básicos; avances en el comercio intrarregional; creación de nuevos mecanismos de integración regional en los ámbitos económico, social y político; por solo citar algunos ejemplos.
    El imperialismo norteamericano no perdonará nunca a la Revolución Bolivariana haber liberado a las venezolanas y los venezolanos de las ataduras imperiales, que hayamos decidido ser libres y estemos construyendo un proyecto de emancipación que es referencia para los pueblos del mundo, basado en la justicia social.
    Es por ello que hoy, nuestro país sufre una brutal arremetida imperialista que pretende regresarnos al pasado. Es la más cruel y profunda arremetida, nunca antes vivida en nuestra experiencia revolucionaria. Enfrentamos un asedio mediático, político y económico sin precedente alguno por parte del imperialismo, en procura de lograr nuestro aislamiento y sometimiento. A este asedio se suman algunos gobiernos de extrema derecha que insisten en ejercer acciones injerencistas en contra de nuestro país; así como las grandes corporaciones “desinformadoras” mundiales, que coordinan líneas editoriales que resaltan permanentemente aspectos negativos sobre la realidad venezolana, en procura de empañar la imagen del compañero Presidente Nicolás Maduro y el Gobierno Bolivariano, y tildar de ilegítima a la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) una figura rescatada por el Comandante Chávez y consagrada en la Constitución Bolivariana de 1999 por la gran mayoría del pueblo venezolano. A ella apeló magistralmente nuestro Presidente, para evitar que estallara en el país una guerra civil; iniciativa respaldada por más de 8 millones de venezolanas y venezolanos el pasado 30 de julio. Asimismo intentan cuestionar la autonomía de los Poderes Públicos de la República y socavar la moral de quienes militan y/o simpatizan con la Revolución Bolivariana.
    Se trata, hermanas y hermanos, de un ataque irracional e irresponsable, desde una posición abiertamente guerrerista, que pone en alerta y convoca hoy a la solidaridad con el pueblo de Venezuela, a la defensa de la paz, la soberanía y la democracia bolivariana, dadas las amenazas de una intervención directa de naturaleza militar en nuestro país, orientada a derrocar al Gobierno de Venezuela y adueñarse de sus riquezas naturales, así como castigar al pueblo de Bolívar y Chávez por su atrevimiento de ser digno, soberano e independiente y por practicar el principio de la solidaridad internacional.
    Aprovechamos esta digna tribuna solidaria, para decirle al Sr. Trump que ni él ni su camarilla, que han estado apoyando en nuestro país a los golpistas, la desestabilización política y económica, que han atentado contra nuestra soberanía, y que han estado haciendo todos los esfuerzos para derrocar al gobierno legítimo de Venezuela; les decimos que no se equivoquen, que el pueblo venezolano se mantiene firme, rodilla en tierra en defensa de la soberanía e independencia de la Patria, listo para seguirle dando respuesta en el terreno que sea necesario. “No le tenemos miedo al imperialismo norteamericano; y eso nos hace libres”, dijo nuestro Comandante Eterno el 5 de febrero de 2006. Hoy, nosotros ratificamos esa certeza ante las recientes sanciones económicas y financieras aprobadas por mister Trump el pasado 25 de agosto.
    Como ustedes seguramente ya conocen, queridas compañeras y compañeros, las mencionadas sanciones del Gobierno de Trump contra Venezuela están especialmente diseñadas para limitar el acceso de nuestro país al financiamiento internacional, con lo cual pretenden dificultar e impedir la disponibilidad de recursos que el Gobierno Bolivariano destina a la inversión social y al desarrollo económico. Esto impacta, sin dudas, de manera negativa en la vida de todas y todos los venezolanos, particularmente, en las condiciones para que el pueblo ejerza y disfrute de sus Derechos Humanos fundamentales a la alimentación, la salud, el trabajo, la seguridad social, la educación, entre otros.                Todas las venezolanas y todos venezolanos, se ven afectados por estas medidas, pero especialmente se afectan las grandes mayorías que son las principales destinatarias de las políticas, misiones y programas de inclusión, protección y desarrollo social que ha venido implementando la Revolución Bolivariana. Pero, como ha señalado en varias oportunidades el hermano y camarada Nicolás Maduro, cada nueva agresión se convertirá en una nueva oportunidad para nuestra liberación.        No han podido ni podrán con nosotros hermanas y hermanos. El gobierno imperialista y sus lacayos deberían terminar de aceptar la realidad: ¡Venezuela se liberó, y se liberó para siempre! ¡Venezuela no es, ni será más nunca, una colonia yanqui!
    Tengo la certeza que este nuevo reto será una oportunidad trascendente para afianzar nuestras relaciones de solidaridad con el mundo y las del mundo con Venezuela. Será una oportunidad también de multiplicar los esfuerzos para la diversificación de las actividades económicas del país, para diversificar aún más los destinos de nuestras exportaciones tradicionales y no tradicionales. Será la oportunidad de ser más libres, independientes y soberanos.
    En la actualidad, Venezuela tiene las alianzas, las relaciones, los acuerdos, los socios y los mercados para reorientar todas las relaciones económicas y financieras que hoy están bajo el dominio de Estados Unidos. El mundo del 2017 no es el mundo de la guerra fría o el mundo unipolar de los años 90, en el que Estados Unidos podía imponerse de forma absoluta. Hoy Venezuela cuenta con relaciones en el marco de la pluripolaridad para romper este bloqueo económico-financiero, como parte de los anillos de protección que nos legó el Comandante Chávez, potenciados por el Presidente Maduro.
    El liderazgo internacional que ejerce el Gobierno Bolivariano y el ejemplo mundial que proyectan sus importantes logros sociales, abren las puertas a la Venezuela libre de las cadenas imperiales. Las sanciones son una oportunidad para asumir el reto como pueblo de liberarnos de la dependencia estadounidense que instaló la explotación petrolera y comenzar una nueva etapa en el camino por preservar y expandir nuestro bien más preciado: la independencia nacional.
   
    Todo ello lo lograremos con el apoyo y solidaridad de los pueblos y gobiernos que, en el mundo, ven a Venezuela como un ejemplo de dignidad y resistencia. Todas estas presiones imperiales, estoy convencido que servirán para librarnos de una vez por todas de ese modelo rentista petrolero y para lograr avanzar en una economía productiva y diversificada.
    Chávez nos marcó el camino de la unión y la solidaridad entre nuestros países y pueblos; rompió con la diplomacia unipolar; se abrió a la multilateralidad, a las relaciones Sur-Sur, a los vínculos con Asia y el Medio Oriente, con el Movimiento de los Países No Alineados. Integracionista raigal, nuestro líder histórico fue factor fundamental en la derrota del ALCA y en la integración al Mercosur, así como en la creación de las grandes hermandades nuestramericanas del Alba, Unasur y la Celac. Releamos sus discursos, sabiendo que son la expresión fiel de una política que se confunde con su ser y con el de Nuestra América.
    Hoy las venezolanas y los venezolanos le decimos al imperio estadounidense y a los que se suman a sus propósitos injerencistas y descarados, lo que en su momento le dijera el Libertador Simón Bolívar al Sr. Irvine, agente del gobierno norteamericano, en carta de fecha 7 de octubre de 1818, “…protesto a usted que no permitiré que se ultraje ni desprecie el gobierno y los derechos de Venezuela. Defendiéndolos contra la España ha desaparecido una gran parte de nuestra población y el resto que queda ansía por merecer igual suerte. Lo mismo es para Venezuela combatir contra España que contra el mundo entero, si todo el mundo la ofende”.
    Y esto es importante que lo sepan quienes están planificando los ataques en contra de nuestro país, liderados por el imperialismo norteamericano; que aquí hay un pueblo que junto a su Fuerza Armada Nacional Bolivariana, en estrecha y sólida unión cívico-militar, legado de Chávez, está dispuesto a defender su soberanía e independencia, al precio que sea necesario.
    Hace 15 años, nuestro pueblo anónimo, glorioso e infinito, en unión cívico militar, restituyó el orden constitucional y rescató la Patria a puro pulso, sangre y valentía. En esta coyuntura, ese espíritu lo hemos revivido en la memoria colectiva y lo hemos multiplicado ante las nuevas amenazas que nos acechan. Para Venezuela, abril del 2002 entró en la historia como uno de los más grandes episodios de nuestros tiempos, y hoy constituye una lección imprescindible de que el pueblo es la fuerza principal y más poderosa, capaz de hacer frente a las pretensiones de quienes intentan arrebatar sus conquistas. Hoy, ese movimiento cívico militar está más sólido que nunca, dispuesto a lo que haga falta para seguir defendiendo la Patria.
    La presencia en este Encuentro de Solidaridad, organizado en tiempo record, de más de 200 representantes de 60 países de los cinco continentes, nos demuestra que Venezuela no está sola, que TODOS SOMOS VENEZUELA, a la vez que profundiza la certeza de que mientras permanezcamos alertas y unidos será imposible doblegar nuestra decisión de transitar por el camino de la paz, de la soberanía y de la independencia. Apelando una vez más al Padre Bolívar, digamos, como nos sigue diciendo él con absoluta vigencia en su Carta de Jamaica, de 1815: “Os pido, os ruego que permanezcáis unidos para que no seáis los asesinos de la Patria y vuestros propios verdugos”.                    Camaradas, si grande es lo que deseamos, pues, grande e indeclinable tendrá que ser nuestro compromiso y empeño, porque no solo nos jugamos nuestro particular destino como nación, nos jugamos también el destino pleno de la Patria Grande. La responsabilidad que tenemos trasciende los tiempos y la geografía nuestra. El mundo está pendiente de lo que aquí pasa y por eso es que el imperio no descansará. Ellos lo saben muy bien: del impulso y el avance de la Revolución Bolivariana depende de muchas maneras el destino de este continente.
     La irreversibilidad del cambio de época en la América del Sur, en toda Nuestra América, está íntimamente ligada a la Revolución Bolivariana: ¡Por Venezuela y por la Patria Grande debemos vencer! Recordemos, en esta hora de reafirmación revolucionaria, al gran José Martí: “el secreto del éxito es dedicarse por entero a un fin”
    No permitamos, compañeras y compañeros, que en nuestras manos se pierda la libertad e independencia de los pueblos del mundo frente al imperialismo. En este momento decisivo y hermoso de dignidad y solidaridad entre nuestros pueblos, los convoco, hermanas y hermanos del mundo entero, a nutrirnos en la savia libertaria y antiimperialista del Comandante Chávez cuando dijo: “Tenemos que seguir sacándonos el demonio de la infiltración y la alienación del imperialismo. Sus manuales y su doctrina no es nuestra; la doctrina de ellos es imperialista, la nuestra es libertadora. Ellos nacieron para la dominación del mundo, nosotros nacimos para la libertad”... Y digamos también, con otro grande de nuestra Patria Grande, José de San Martín: “Seamos libres, lo demás no importa nada”.

¡Viva la Patria de Bolívar y de Chávez!

¡Vivan nuestro heroico pueblo y los pueblos libres del mundo!

¡Que vivan la independencia y la soberanía!

¡Luchemos por un mundo mejor, posible e imprescindible para nuestros pueblos!

¡Hasta la Victoria Siempre, venceremos!